Con sus 25 años, Christone “Kingfish” Ingram da la cara por toda una generación que parecía haberse olvidado de cómo es cantar sin autotune y tocar instrumentos; y casi en solitario mantiene viva la llama de un género que fue insignia del siglo XX como el blues.

La revolución blusera llegó desde Mississippi sin escalas hasta Floresta el pasado sábado 7 para presentarse por primera vez en Argentina, en el Teatro Gran Rivadavia, con un show de hora y media.

En el escenario, el joven oriundo de Mississippi parece poseído por los espíritus de los grandes próceres como BB King, Albert Collins o Buddy Guy, con toques de Hendrix y Prince en su paleta. Un alma vieja atrapada en la corpulencia de este joven que se erige como el indiscutido Príncipe del Blues.

También hubo guiños de funk y hip hop, combinando a la perfección tradición y juventud. Y una actitud siempre cercana y amigable con la audiencia porteña que lo adoptó como hijo pródigo en un género que necesitaba con urgencia una nueva figura para tomar la antorcha de los clásicos y sostenerla firme hacia el futuro. Desde su irrupción en la escena en Clarksdale en 2019, Ingram ha editado tres álbumes y fue nominado a 10 premios Blues Music Awards, obteniendo la victoria en todos ellos. En 2022, su álbum «662» le valió un Grammy a Mejor Álbum de Blues Contemporáneo y ha acumulado 11 premios Living Blues, entre otros importantes reconocimientos.


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