Beat, la nueva banda formada por los ex King Crimson Adrian Belew (guitarra) y Tony Levin (bajo), el guitarrista Steve Vai y Danny Carey, (baterista de Tool), se presentó en el Movistar Arena este viernes, ensamblando un verdadero equipo de superhéroes del rock progresivo.
Los cuatro músicos se unieron para dar forma a esta gira centrada en el repertorio de King Crimson de los años 80, la etapa en la que militaron Belew y Levin y grabaron los discos Discipline (1981), Beat (1982) y Three Of A Perfect Pair (1984).
El grupo cuenta con el beneplácito del guitarrista y miembro fundador de King Crimson, Robert Fripp, quien no pudo participar de la reunión por compromisos de calendario. Al rescate, pues nada menos que la leyenda de la guitarra Steve Vai, el guitar hero definitivo; que lejos de intentar lo imposible (reproducir nota por nota el estilo de Fripp) trajo todo su arsenal técnico y estilístico para hacer volar las canciones hacia nuevas latitudes.
Y en reemplazo de Bill Bruford, el monstruo de los mil ritmos: el gigantesco Danny Carey. El baterista, que hace poco estuvo en Buenos Aires con Tool para el festival Lollapalooza, volvió a demostrar por qué su estatus de semidiós de los tambores, bombos y platillos.
Codo a codo con estos titanes, los dos miembros originales encargados de mantener vivo el ledengario legado de King Crimson: Adrian Belew tomando el frente, cantando y sacando uno y miles de trucos de la galera (hasta usar un taladro eléctrico para hacer shredding); y un Tony Levin eterno y único, con su stick como principal arma para explorar infinitas armonías y melodías en simultáneo a sus bases rítmicas.

Activados los poderes de estos cuatro fantásticos, transucurrió la primera hora de show entre canciones en un amigable 4/4 y derivas instrumentales más experimentales.
El clímax se rompió inesperadamente por una pausa de 20 minutos, con luces encendidas y bastante confusión por parte del público; que fue compensado con creces en la segunda mitad del show que dio inicio con un solo de percusión de Carey, que se animó a tomar el frente del escenario.
Para el cierre, un viaje hacia el repertorio de los 70’s que hizo que la audiencia se pusiera de pie y rompiera los protocolos de ubicación para darle un epílogo bien rockero a la noche; subiéndose finalmente a la estampida sonora que durante dos horas arrasó el escenario porteño.
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