Algunas obras no se ven, se sienten. Se llevan en el cuerpo como un eco, como un temblor que no se apaga al salir del teatro. Así es “Yo no soy Frida”, escrita y dirigida por Florencia Berthold, que los todos los viernes a las 20 hs en el teatro El Grito ofrece un un viaje emocional, una catarsis compartida entre actores y público, con drama, infidelidad, risas inesperadas… y hasta un shot de tequila servido en plena escena.
La historia abre la puerta a un reencuentro imposible. Frida Kahlo, su esposo Diego Rivera y Cristina, la hermana menor de Frida, regresan desde el más allá en pleno Día de los Muertos para contarse y contarnos lo que la vida les dejó sin resolver. Y en ese ritual escénico cargado de belleza, contradicción y heridas abiertas, nos sumergimos en un triángulo de pasiones que arde incluso más allá de la muerte.
Berthold no idealiza. No convierte a Frida en estatua ni la muestra de manera superficial. Sino más bien vulnerable, dolorosa, poderosa y también contradictoria. Nos recuerda que detrás de los colores, las cejas pobladas y las flores en el cabello, había una mujer atravesada por el amor y el sufrimiento, por la traición y la necesidad urgente de decir lo no dicho.
El elenco, formado por Mavy Yunes, Martina Simeoni y Braian Ross, logra emocionar desde el primer momento. Las actuaciones están cargadas de una intensidad cruda, visceral, pero también de una calidez que rompe el silencio con humor, con ternura, con complicidad. No faltan las risas, ni ese pequeño brindis con el público que convierte la función en una celebración de lo humano, lo imperfecto, lo que duele y aun así seguimos amando.
Porque sí, la infidelidad duele, rompe, desgarra y a veces se guarda tan adentro que termina haciéndonos pedazos. Pero “Yo no soy Frida” nos recuerda que incluso las heridas más profundas pueden empezar a sanar cuando se dicen en voz alta. Que el perdón, aunque no borre, aligera. Y que hay algo profundamente liberador en animarse a enfrentar el dolor, mirarlo sin adornos, y decir: esto también soy yo.
En un mundo que insiste en esconder lo que incomoda, esta obra invita a lo contrario: a hablar, a sentir, a llorar si es necesario; pero también a brindar por todo lo que fuimos capaces de atravesar. Porque solo así, con lo dicho y lo asumido, podemos ser verdaderamente libres.
Teatro El Grito. Costa Rica 5459. Palermo. Funciones: viernes a las 20h. Localidades $15.000 disponibles en Alternativa Teatral y en la boletería del teatro.
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