Tesis: los músicos virtuosos no tocan con sentimiento. Antítesis: La expresividad de un solista se opone a la demostración técnica y velocidad en la ejecución. Síntesis: Hiromi.
El lunes 18 de agosto hizo su debut en Argentina la joven pianista de jazz japonesa Hiromi, para presentar junto a su trío (Simon Phillips en batería y Anthony Jackson en bajo de seis cuerdas) su más reciente álbum, “Alive”. Con apenas 35 años, esta compositora y pianista nacida en Hamamatsu (Japón) confirmó ante un teatro Coliseo colmado y eufórico por qué es una de las revelaciones más sorprendentes del jazz contemporáneo.
Extraterrestre, le dicen algunos. “Alien” gritó otro desde la platea. Lo cierto es que cuando Hiromi entra en su mundo paralelo musical se transforma en algo que nos hace pensar en algún tipo de mutación evolutiva. Como los tentáculos de un pulpo, cada mano parece estar controlada por un cerebro propio y tener completa autonomía. Sus solos y combinaciones rítmico-melódicas son un diálogo entre dos entidades separadas. Y todavía le sobra atención para tener los ojos y oídos conectados con sus dos músicos, en una sincronización perfecta en timming que desborda energía y precisión para lograr la combustión perfecta de expresividad interpretativa a alta velocidad.
Un póker de ases pertenecientes al nuevo disco fue la apertura y núcleo del show: Warrior, Player, Seeker y Dreamer. Con Phillips y Jackson haciendo mucho más que llevar el ritmo, el trío traza recorridos intrincados y profundos de armonías y melodías prolijamente diseñadas. La explosión de jazz-funk de guiño setentoso con sintetizador adicional (a lo Headhunters o Weather Report) llega con Endeavor, y luego el contraste con el minimalismo de un solo donde Hiromi encuentra su momento de mayor expresividad e introspección.
El cierre fue precisamente con Alive, como perfecta síntesis de este nuevo fenómeno que llega desde Japón para hacernos olvidar de viejas antinomias en la música contemporánea.
Texto: Mariano García