«Fiesta en el Jardín», el último estreno del año del Cultural San Martín, habla de lo complicado de saber quien es uno y lo que quiere. Situada en Año Nuevo en Buenos Aires, la adaptación de los cuentos de Katherine Mansfield presenta el problema de la identidad y la confrontación entre salir a buscarla o asentarse donde ya se está.
Basada en los relatos publicados en 1922 por Mansfield, la obra dirigida por Mora Monteleone y María Sevlever busca traer a la actualidad algunas de las problemáticas que acogen a un grupo de jóvenes artistas y su amiga Isabel, la dueña de la casa en la cual se celebra la fiesta de Fin de Año donde se desencadenan una serie de eventos y desencuentros.
Una anfitriona que no se haya ni en su propia casa ni en su vida de pareja, recibe a un grupo de amigos bohemios que buscan la manera de lograr la vida que desean y a la que aspiran mientras discuten las dificultades de las relaciones sociales y amorosas en la actualidad; cuando el rumor de que un hombre había muerto en la casa de al lado tras un posible envenenamiento por parte de su esposa interrumpe la fiesta.
Mediante una hábil distribución y reimaginación del espacio disponible, la puesta busca convencer al espectador de que se encuentra en el jardín donde se dan los eventos de la noche junto con los personajes. A su vez, aprovecha lo minimalista de su escenografía para modificar sus elementos según sea necesario para los diferentes momentos de la obra.
El uso de una mampara que simula las puertas a la casa como pantalla de proyección de videos -que buscan contextualizar eventos previos o pensamientos y fragmentos de la imaginación de los personajes- a lo largo de la obra resulta una interesante y bien lograda herramienta para conocer aquello que les preocupa.
Sin embargo, la cuestión con la que la obra choca es que presenta demasiadas tramas para el breve tiempo con el que cuenta. Aunque algunas de estas traen a colación cuestiones interesantes que acompañan las tribulaciones y preocupaciones de los protagonistas y dan pie a cuestionamientos y escenarios interesantes para el avance de la trama; otras simplemente ocupan más tiempo del quizás necesario o se les da menos espacio para desarrollarse del necesario para justificar el impacto que tienen en el relato.
La muerte del vecino brinda una oportunidad para plantar las semillas de tramas futuras pero se le da demasiada atenciòn a algo que podría haber sido planteado como un rumor o leyenda de barrio; mientras que la aparición de un personaje nuevo en los últimos minutos de la obra no cuenta con el suficiente tiempo para construir el desenlace final y que el mismo tenga el impacto que debería.
A pesar de esto, la obra plantea lo complicado de las relaciones humanas -y de lo que cada persona considera debería o querría que sea su vida- de una manera muy interesante y accesible para el espectador. Las interacciones entre personajes resultan verosímiles y realistas; logrando representar esa búsqueda por un equilibrio entre la libertad y control, el miedo a la soledad y a no saber qué es lo que se desea.