En su segunda visita a Buenos Aires en un año, la cantante Concha Buika se ganó la incondicionalidad de un público porteño que la tiene entre sus más consentidas visitantes dentro de la canción en español.
En esta ocasión, la excusa fue la presentación en sociedad del disco “El último trago”, grabado junto a Chucho Valdés y donde homenajea a su madrina musical, Chavela Vargas. Sin el genial Chucho como parte de la gira, Buika estuvo acompañada por el también pianista cubano Iván Lewis, Danny Noel (contrabajo) y Fernando Favier (percusión).
La ausencia de un contrapeso de la talla de Valdés en lo instrumental, convirtió entonces al show en un unipersonal de la diva flamenca de origen africano. Su voz, su presencia, su carisma e histrionismo llenan todo vacío posible. Los músicos que profesionalmente la acompañan apenas si encuentran alguna rendija para filtrar algo de complejidad instrumental; dentro de un esquema armado para el lucimiento de la solista.
En su rol de niña ingenua y pícara, que en tono intimista cuenta infidencias amorosas y familiares ante un público encantado con su presencia, Buika se mantiene a flote cómodamente en su remanso de boleros y flamencos. Ya sea en homenajeando a su querida Chavela, o con los temas de sus dos discos precedentes (Mi niña Lola y Niña de fuego), la cantante explota a sus anchas ese regalo divino que es su voz: potente, expresiva, única en el mundo musical de hoy.
Su amor por Buenos Aires queda plasmado de principio a fin del show, con los tangos “Volver” y “Nostalgias”. Todo cabe dentro del esquema bien armado de bolero cubano con sutiles síncopas de latin-jazz. Quizás por momentos se abuse de la fórmula heredada del hacedor de éxitos Javier Limón, pero así y todo Buika es lo más interesante que ofrece un género que parecía anquilosado en décadas pasadas, y con su arrolladora presencia toma nueva vida.
Texto: Mariano García