Los atardeceres mágicos de Zadar

Zadar, Croacia

Un gigantesco órgano que hace las veces de costanera al mar Adriático, que con sus atonalidades y melodías marinas acompaña a una pista de baile donde la colorida coreografía de luces se funde con las tonalidades del sol al caer, en el marco de una ciudad amurallada que esconde reliquias de la Antigüedad clásica y la Alta Edad Media. Los atardeceres de Zadar invitan a disfrutar de una experiencia mágica, donde la consigna es dejarse llevar por los sentidos y perderse en el tiempo y el espacio.

En esta ciudad, puerta de entrada desde el norte a la región croata de Dalmacia, naturaleza, historia, cultura y modernidad conviven en completa armonía. El nuevo símbolo de esta conjunción única es el órgano marino construido en 2005 por el arquitecto Nikola Bašić, una verdadera hazaña de ingeniería y arte. La naturaleza es el concertista privilegiado para ejecutar este instrumento experimental compuesto de tuberías y una larga explanada de mármol, cuyas notas musicales varían de acuerdo a los movimientos de la marea y al viento, creando así patterns al azar de ingeniosa armonía.

A pocos metros, una pista de baile circular invita a las familias a saludar el ocaso del sol, interactuando con las coreografías que sugieren las luces de LED multicolores de su superficie. En esta fiesta a la que nos invitan las azules aguas del Adriático no son necesarios ni los amplificadores ni los DJ’s. El silencio en el que se sumergen los sonidos del mar, musicalizados por las misteriosas notas que la marea hace emerger del órgano, es suficiente para que la imaginación vuele y cada uno se mueva al son de su propia intuición.

Este conjunto representa la nueva cara de Zadar y su apuesta por la revitalización del espacio público, como parte de la reconstrucción de la ciudad luego de la guerra de la ex Yugoslavia a principios de los 90. Pero como si fuera poco, estos sutiles toques de modernidad y tecnología integradas armónicamente al mar, se aprecian en un contexto urbano heredero de un vasto y rico pasado histórico.

Desde los orígenes de la cultura croata

Al igual que en toda Dalmacia, el patrimonio histórico forma parte del espacio público, incluso del mobiliario urbano, ofreciendo curiosas situaciones como restos de sarcófagos románicos haciendo las veces de asientos para los cansados turistas, o columnas del antiguo Imperio Romano que sirven de arco para improvisados picaditos de handball callejero.

Es que la historia se atraviesa a cada paso de quien visita Zadar, y forma parte de su vida cotidiana. Fue precisamente en esta región donde germinó el primer reino croata, y es allí donde ha sido encontrado el mayor número de monumentos de la fase más temprana de la cultura de aquella nación. La imponente escenografía del casco antiguo de la ciudad rememora aquellos primeros encuentros entre la civilización iliria y la romana, en el siglo VII, y los grandes monumentos religiosos de inconfundible impronta románica que allí se encuentran fueron testigos de la conversión de los croatas al catolicismo.

Dentro de las numerosas iglesias de la ciudad, se impone por su presencia la de San Donato, construida en base a un original plano en forma de círculo en el siglo IX. Con su campanario en forma de aguja, es otro de los emblemas de Zadar, y una presencia permanente en el paisaje de la ciudad. Es precisamente la iglesia de San Donato la que se emplaza en un lugar privilegiado dentro del Foro, una plaza que los romanos comenzaron a edificar en el siglo I A.C, y que hoy presenta todavía restos de columnas y otras piezas arquitectónicas emplazadas al aire libre, en lo que es el foro romano más grande al Este del Adriático.

A los costados del antiguo Foro romano, lugar de encuentro y recreación en la actualidad tanto para los locales como para los turistas, se hallan otras iglesias de la Alta Edad Media: la de San Crisógono (siglo XII), la Catedral de San Anastasio (siglo XII) y la iglesia de San Simeón (datada del siglo V al XVIII). En Zadar los tesoros patrimoniales se encuentran a cada paso del recorrido dentro del casco antiguo delimitado por las murallas: restos de muros, torres, acueductos romanos, imponentes puertas. Se destacan la Torre del Capitán, con su estilo fortificado, y las renacentistas puertas de Kopnena vrata.
                        
Si todo esto se encuentra en la vía pública, el Museo de Arte Sagrado resguarda piezas igualmente invalorables, con numerosas joyas de oro y piedras preciosas, pinturas y relieves de los períodos románicos y bizantinos, que completan la rica herencia medieval de la ciudad.

Hoy la ciudad ha crecido hacia fuera de las murallas originales (impecablemente conservadas), convirtiendo a Zadar en un importante polo comercial y económico de Croacia; aunque esto no ha afectado el ritmo de vida sereno de la ciudad. Sus playas cuentan con un entorno privilegiado y calmo, gracias a la gran cantidad de islas que la protegen en su costa. Pag, Dugi otok, Ugljan, Pašman y un sinnúmero de otras islas más pequeñas, invitan a la navegación y a recorrer sus apacibles aguas en busca de tranquilidad.

De estar ubicadas en alguna de las grandes ciudades de la Europa mediterránea, seguramente todas estas maravillas serían un destino obligado para los circuitos turísticos masivos; y el nombre de Zadar sería recurrente en las portadas de las publicaciones especializadas en viajes. Pero la paz y armonía de los atardeceres de esta ciudad merece mantenerse en secreto, para que sus habitantes y algunos pocos turistas puedan disfrutarlos en silencio.

Texto: Mariano García

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