Si el siglo XXI es la época de la comunicación global y la ruptura de las viejas fronteras nacionales que delimitaban no sólo áreas políticas y geográficas, sino también artísticas, Gogol Bordello es la banda que mejor representa el proceso de transculturación posterior al derrumbe del bloque soviético. Para los que todavía no se enteraron: el rock más poderoso, arriesgado e innovador surgido de Nueva York en la última década es producto del impulso arrollador de un cantante ucraniano secundado por dos rusos que la rockean a puro violín y acordeón.
Con influencias variopintas, que combinan el folk centroeuropeo y balcánico con el multiculturalismo de Mano Negra y el hardcore fusión de Fishbone, este combinado internacional de emigrantes radicados en Nueva York liderados por el ucraniano Eugene Hütz encontró su lugar en el mundo con su “punk gitano”, que está infectando los aburguesados oídos occidentales.
A no confundirse: el adjetivo “gitano” en Gogol Bordello no es una etiqueta de moda como suelen colgarse otros oportunistas (léase Kusturica y Bregović). De hecho, el origen de esta explosiva alquimia fue surgiendo cuando el joven Hütz se vio obligado a emigrar desde las afueras de Kiev a causa la catástrofe nuclear de Chernobyl en 1986. Fue en la errática diáspora que lo llevó durante siete años a transitar campos de refugiados en Polonia, Hungría, Austria e Italia, que descubrió la herencia gitana que su familia escondía en una Unión Soviética que «rusificaba» al resto de las repúblicas federadas. En tiempos en que lo eslavo-ortodoxo-ruso se imponía como identidad Estatal en las ex repúblicas socialistas, la familia Hütz se había visto forzada a soslayar parte de su identidad romaní.
En su viaje al occidente europeo, Hütz se encontró no sólo con la rama gitana de su familia: también comenzaba a descubrir otras músicas, para él hasta entonces prohibidas al otro lado de la cortina de hierro. De allí en más, la fusión entre lo eslavo, lo gitano y lo occidental quedaría latente. Sería en Nueva York, destino final del periplo personal de este hijo de carnicero y músico amateur, donde la fórmula finalmente encontrara su ecuación definitiva.
Ya radicado en la Gran Manzana, unió la profunda huella que había dejado en él la dolorosa experiencia migratoria con otros desplazados del mundo para dar forma a una suerte de guerrilla musical transglobal a la que denominó Gogol Bordello (en homenaje al escritor ucraniano del siglo XIX Nikolái Gógol).
Los otros dos pilares que desde el comienzo sostienen el proyecto son los rusos Sergey Ryabtsev (violín) y Yuri Lemeshev (acordeón). Cuando arremeten juntos, simplemente hacen olvidar que la guitarra eléctrica es la quintaescencia del rock, haciendo que el folklore ruso y el punk rock cabalguen al unísono a toda velocidad.
Las distintas formaciones fueron rotando en el resto de los integrantes, provenientes de latitudes diversas. En la actualidad, la banda se completa con Oren Kaplan (guitarra, Israel), Thomas Gobena (bajo, Etiopia), Oliver Charles (Batería, EE.UU.), Pedro Erazo (percusión, Ecuador) y la coristas, bailarinas y percusionistas Pamela Jintana Racine (EE.UU) y Elizabeth Sun (Escocia).
Uno de los grandes méritos, desde entonces, ha sido derribar las barreras idiomáticas. En un país donde sólo se puede escuchar rock en inglés, Hütz mezcla en las letras de sus canciones ruso, ucraniano, romaní, italiano, español; sobre la base de un inglés que se niega a perder la garra de ese acento eslavo que marca las RRRR como si fuera un arado. Si bien el inglés fue y sigue siendo la lengua franca para que sus canciones atraviesen el mundo, lo incorporan con cierto guiño de resistencia cultural, sin impostar acentos anglófilos y marcando en todo momento las huellas de su identidad lingüística.
Musicalmente, se pueden distinguir tres períodos en la evolución de la banda. Los inicios, exploratorios, se ubican a finales de los ’90 y principios de la década posterior, con la firma de su contrato con Rubric Records para los álbumes Voi-La Intruder (1999) y Multi Kontra Culti vs. Irony (2002) y el el EP “East Infection” (2004). En estos discos comenzaron a generar las primeras olas del gran tsunami musical que se anunciaba: locura, velocidad y potencia: gritos disonantes, frenesí de marchas y contramarchas. El punk gitano dejaba de ser una denominación para volverse una estruendosa realidad.
Quedaba todo listo para lo que es sin dudas el pico de creatividad, calidad e intensidad musical del grupo: Gypsy Punks: Underdog World Strike (SideOneDummy Records, 2005). Una quincena de canciones imprescindibles, clásicos instantáneos, en un disco de dimensiones épicas.
Si bien el hit más que más repercusión tuvo de este disco es la festiva “Start Wearing Purple”, gracias a una melodía y estribillo amigables, lo más destacado del álbum es como el dramatismo de la música de Gogol Bordello se exacerba hasta niveles de tensión pocas veces visto. Las cortantes líneas de violín toman dimensiones heroicas en “Sally”, y sobre todo en “Underdog World Strike”, un himno y llamado a la resistencia a los desplazados del planeta que eriza la piel.
El particular punk centroeuropeo toma fuerza en “Never Youg” (nunca un violín y un acordeón sonaron tan violentos como en este tema), y se continúa en la contagiosa línea melódica de “Not a Crime”. La nostalgia por la tierra abandonada aparece en “Avenue B”, diálogo entre rusos que mezclando el inglés con su lengua materna añoran los viejos buenos tiempos. Y el español se mete por la puerta de atrás de la mano del ecuatoriano Pedro Erazo en “60 Revolutions”.
“Inmigrant punk” se constituye en un verdadero manifiesto, continuado por el mencionado track que da nombre al disco y establece a fuego la identidad y propuesta del grupo, que entrega piezas memorables en “Dogs were barking”, “Oh No”, y “Undestructible”.
La perla escondida del disco es sin duda “Santa Marinella”, compuesta por Hütz en Roma estando detenido por ser un inmigrante ilegal. Un relato melodramático, sobrenatural y paranoide donde se entremezclan los lamentos en ucraniano con insultos de toda calaña en italiano, y en el cual la música pasa del folk ruso electrizado a una tarantella-punk rabiosa y llena de frustraciones contenidas.
Precisamente aquel tema oficia de puente hacia lo que sería el próximo disco, “Super Taranta!” (SideOneDummy Records, 2007). El sabor agridulce del paso de Hütz por Roma se plasma nuevamente en ese talante tragicómico con el que incorporan el acordeón de la música popular italiana. El emblema de esta nueva entrega es “Harem in Tuscany”, una tarantella radioactiva fuerza a hacer pogo en medio del típico baile en ronda de los tanos. Algo que se repite al cerrar la placa con los estrambóticos 6 minutos de “Super Taranta”, que golpea duro y directo a pleno hardcore spaghetti.
Sin embargo, el resto del disco no puede mantener la intensidad demostrada en “Underdog World Strike”. La melancolía de la diáspora inmigrante se hace más profunda con “Strange Uncles from Abroad”, donde a pesar de que el rock distorsionado intente mantener arriba el ánimo, es el agudo llanto del violín de Sergey Ryabtsev el que se termina imponiendo (aunque la versión del EP de 2004 suene mejor todavía).
Canciones como “Ultimate”, “Wonderlust King”, “Zina-Marina” se mantienen en la línea, pero les falta un poco de la chispa que hace que las mejores canciones de Gogol Bordello sean memorables.
Otras pasan un poco más desapercibidas, en lo que se adivinaba ya como un estancamiento musical y creativo, que paradójicamente tuvo su punto muerto en el primer disco que Gogol Bodello editó con una multinacional: Transcontinental Hustle (Columbia Records, 2010).
En el que hasta el momento es su último disco, el salto comercial del grupo fue (¿paradójicamente?) acompañado por un achatamiento musical. Quizás exagerando un poco en lo multicultural, sigue siendo estimulante la mezcla de idiomas y fonéticas, sobre todo en temas como “My Companjera” y “Uma Menina” (por si hiciera falta, lo brasileño también se hace presente en el combo pluricultural de la banda).
Esa tristeza inherente con la que parecen cargar los eslavos del este europeo florece en “Sun is on my side” y “When Universe Collide”, y la furia punk se sostiene sobre todo en “Inmigraniada”. Piezas más comerciales como “Rebellious” y “Raise the Knowledge” o “Last One Goes the Hope” otras más bajan un poco lo alto que venían estableciendo el estándar.
Si se trata de un declive, o una meseta, solo ellos podrán demostrarlo con sus próximas producciones. Crédito les sobra: no es algo de todos los días hacer colisionar al punk rock con las polcas del este europeo y salir airosos del intento. A favor, tienen en el hiperkinético Eugene Hütz a uno de los cantantes más enérgicos y carismáticos de la actualidad, y a los dos monstruos rusos –Sergey Ryabtsev y Yuri Lemeshev– en violín y acordeón, como fuerzas creativas que seguramente tienen mucho por aportar aún.
De pocas bandas nuevas en los últimos 10 años se puede decir que hayan arriesgado y aportado algo dentro del previsible y acartonado mundo del rock. Desde el mismísimo corazón de Estados Unidos, Gogol Bordello tomó por asalto la escena y la infectó con sus contagiosos sonidos del Este. Ojalá que el mercado musical no encuentre el antídoto.
Texto: Mariano García