El clima está pesado en Estambul. No porque la ciudad sea violenta o insegura (de hecho, vista con ojos latinoamericanos, el delito pasa bastante desapercibido); sino por las húmedas y caldeadas temperaturas que alcanza el termómetro en las tardes estivales turcas.
Muchas otras cosas pueden resultar pesadas en esta ciudad de 15 millones de habitantes: el tráfico, los vendedores del Gran Bazar (mayúsculo engaño para turistas), los amontonamientos para tomar el tranvía T1 en horas pico. Los aromas corporales en estas aglomeraciones pasan de pesados a hardcore. Los modales de muchos ciudadanos resultan insolentemente punks.
Sin embargo, la música no suele ser pesada en Turquía. Los sonidos en la radio, la televisión, los negocios o restaurantes, suelen variar entre el folk de exportación, mezclado con el pop balcánico que invade desde las vecinas Grecia y Bulgaria, hasta todo género que pueda reinterpretarse “alla turca”: tango, funk, jazz, siempre mezclados con cuerdas y percusiones autóctonas, con diversos resultados.
Es por eso que sorprende el anuncio en la cartelera del escenario montado en el centro de la feria artesanal del transitado barrio Taksim, donde se cuela entre el tradicional folklore otomano la “rock müzik” del grupo Murat Mermer.
La medialuna asoma tímida en la noche turca mientras los artesanos todavía no cerraron sus puestos, cuando comienzan a sonar los heroicos primeros acordes de su emblemático himno heavy, “Mahkum”. La escena es notablemente distinta a las heroicas imágenes del videoclip que hace unos cinco años atrás mostraba a Murat Akalp (cantante de la banda) con la camisa abierta y la melena al viento, rodeado de llamaradas que salían de los instrumentos mismos en locaciones oscuras y derruidas.
En cambio, la versión actual (y mucho más realista) encuentra al vocalista nacido en Estambul en sus 36 años, con menos pelo y más kilitos, llevando su heavy metal clásico a un público familiar, donde nadie se anima ni siquiera a pararse de las sillas de plástico dispuestas en prolijo orden. Algunos niños corretean en la primera fila del escenario, donde debería haber pogo, y en vez de groupies se suben al escenario nenas de edad escolar para bailar un rato y que los padres les saquen fotos junto al cantante.
Lejos de incomodarse ante esta audiencia tan poco rockera, la banda se despacha a gusto con lo mejor de un repertorio que tiene al disco “Makhum” (2006) como mayor logro. Suenan entonces temas como “Olmuyor”, “Yalan” o “Gülistan”, donde la guitarra dibuja cadencias orientales entre los riffs metaleros, dándoles un toque distintivamente turco.
Como buenos metaleros de herencia ochentosa, no falta entre su público el grupo de bonitas jóvenes para acompañar los estribillos de las baladas épicas “Izmir”, “Deprem”, y sobre todo “Gönlün Kadar Konus”, por lejos la preferida del público.
Hay algo hipnóticamente atractivo en la lengua turca para las canciones. Llevadas al rock, las repeticiones y redundancias propias de la gramática otomana se hilvanan en estribillos que a la segunda o tercera vuelta uno hasta se anima a cantar sin tener la menor idea de lo que está balbuceando. Actitud de por sí muy ochentosa, como cuando éramos chicos y tarareábamos las canciones en inglés a pura fonética, mucho antes que la llegada del CD nos ayudara con las letras en los libritos.
Lo marginal que es el rock dentro del circuito comercial de la música turca, puede resultar al mismo tiempo en uno de sus mayores atractivos cuando casi por accidente se descubren bandas como Murat Mermer. Cerca de la gente, sin prejuicios ni poses de estrella. Personas, no productos.
Texto: Mariano García