Niš: en la encrucijada de la historia

Cuna del Emperador Constantino, testigo de las luces y sombras del paso otomano por los Balcanes, ciudad clave de Yugoslavia y corazón musical de Serbia. Niš es una ciudad que se mantiene por fuera del circuito turístico principal de Europa del Este, guardando en secreto muchas historias que merecen ser contadas.

Es la tercera ciudad en importancia de Serbia, ubicándose a 240 kilómetros al sur de la capital Belgrado. Su localización estratégica la encuentra en el corazón profundo de los Balcanes, a 215 km. al noreste de Skopje (capital de Macedonia) y 160 al noroeste de Sofia (capital de Bulgaria), convirtiéndose así desde tiempos ancestrales en un punto neurálgico que conecta las rutas provenientes de los mares Adriático, Egeo y Negro. Las rutas trazadas por el comercio y las guerras a lo largo de los siglos han dejado huellas entrecruzadas donde se superpone el legado romano, bizantino, turco, eslavo y gitano.

El recorrido por Niš comienza por el corazón de la ciudad, en la plaza del Rey Milan (Trg Kralja Milana), a orillas del río Nišava, que la divide en dos mitades. Sobre el puente que une la plaza central con la fortaleza, separando lo antiguo de lo moderno, se encuentra la figura de Constantino el Grande, nacido un 27 de febrero del año 272, cuando la ciudad era parte del Imperio Romano bajo el nombre de Naissus. Reconocido por ser un prolífico constructor y haber encargado proyectos urbanísticos de gran magnitud, el impacto de Constantino en Niš pasa desapercibido en comparación a sus grandes obras en las capitales imperiales. Las primeras grandes basílicas romanas fueron encargadas tras establecer al cristianismo como religión oficial del Estado, y posteriormente Constantino reconstruyó y amplió la ciudad griega de Bizancio (la actual Estambul), a la que cambió el nombre por el de Constantinopla en el año 330 y la convirtió en capital cristiana del Imperio, en sustitución de una Roma en decadencia.

La figura de Constantino funciona como símbolo de la historia de una Niš que se encuentra en una encrucijada de civilizaciones, repitiendo a lo largo de su historia el mismo movimiento pendular entre lo occidental y lo oriental que trazó el gran emperador. Al otro lado del puente, la fortaleza resguarda en su interior edificios y monumentos que dan cuenta de los orígenes de la ciudad, alrededor de 70 años antes de Cristo, y que la vieron crecer como cruce de caminos mercantiles y militares. Allí los descendientes de Constantino construyeron un palacio, cuyas ruinas de calles, termas e incluso lápidas de la época romana conviven con restos arqueológicos del imperio otomano, quienes construyeron la fortaleza sobre el antiguo trazado urbano romano entre los años 1719 y 1723. Atravesando el portal principal de la fortaleza, con inscripciones del Corán en árabe, se encuentran hitos del esplendor otomano en la ciudad construidos en el siglo XVI, como la mezquita Bali Bey y un hammam (baño turco) que es el más antiguo preservado en Serbia y hoy funciona como bar y restaurante. La fortaleza de Niš es una de las construcciones turcas mejor preservadas en los Balcanes, y no sólo mantiene su belleza original, sino que está integrada a la vida de la ciudad, como parque y paseo recreativo de circulación libre.

Del cuestionamiento a la autoridad otomana en la región, y su posterior expulsión, la ciudad ofrece un crudo testimonio en su principal atractivo turístico. En las afueras de la ciudad, por el bulevar Dr Zorana Đinđića, se encuentra una de las curiosidades históricas más destacadas del convulsionado pasado serbio.

El movimiento nacionalista serbio llevó adelante el primer alzamiento frente al imperio otomano entre 1804 y 1813, intentando poner fin a más de tres siglos de ocupación turca en su país. La Torre de Calaveras (Ćele Kula) fue erigida en 1809 por el general Hurshi Pasha, utilizando los cráneos de los insurgentes serbios que se habían rebelado contra su autoridad.

En mayo de 1809, un ejército rebelde de 16.000 serbios provenientes de Deligrad bajo el mando de Stevan Sinđelić se dirigieron hacia los valles de los ríos Morava y Nišava con el objetivo de liberar Niš y acorralar a las tropas turcas. Superados en número por los 36.000 soldados de la guardia imperial otomana, pronto se vieron atascados en sus propias trincheras, sin escape posible ni ayuda exterior. El 31 de mayo, en un último y desesperado intento de resistencia durante la batalla de la colina de Čegar, y enfrentando la posibilidad de ser capturados y empalados vivos, el comandante Sinđelić disparó con su pistola contra un polvorín que al explotar se cobró las vidas tanto de los soldados turcos como de sus propios hombres. El saldo final de la batalla fue 4 mil hombres serbios muertos, y cerca de 10 mil turcos.

Estas acciones enfurecieron al general Hurshi Pasha, que aunque victorioso en la represión del alzamiento, decidió enseñarles una lección a los que intentaran rebelarse nuevamente. Los cuerpos de los insurrectos fueron mutilados, la piel de sus cráneos enviadas a las autoridades de Estambul como prueba de la victoria turca, y los cráneos utilizados como ladrillos para construir una torre en medio de la ruta de entrada a la ciudad. Una sádica advertencia que serviría de mensaje a la población local, sobre lo que podría ser su destino en caso de hubiera nuevas asonadas independentistas. En total, se utilizaron 952 cráneos, que a cada lado de la torre se dispusieron en 56 filas, para alcanzar una altura de 3 metros. Coronando el macabro monolito, al tope de la torre se colocó el cráneo de Stevan Sinđelić.

Lejos de intimidar a la población, esta sanguinaria construcción fogoneó aún más el espíritu nacionalista serbio, que luego de una segunda insurrección consiguió finalmente expulsar a los turcos en 1815, y declarar su independencia en 1830. Desde entonces muchas familias de los soldados fallecidos quitaron sus calaveras de la torre para darle una adecuada sepultura, quedando en la actualidad sólo 58, incluyendo la que supuestamente pertenece al coronel Sinđelić, exhibida por separado en una urna de vidrio. En 1892 se construyó una capilla cristiana que cubre la torre, para preservar de manera más respetuosa este símbolo del sufrimiento y heroísmo de la ciudad.

Hacia finales del siglo XIX Niš se desarrolló de la mano de su flamante independencia del Imperio Otomano. Dejó de ser un asentamiento militar oriental y emprendió una remodelación de estilo europeo, de acuerdo a los principios urbanísticos de la época. La avenida Vožda Karađorđa es el mejor ejemplo de esta nueva etapa, que vio surgir numerosas instituciones occidentales modernas como bancos, academias, universidades, teatros y bibliotecas.

Las guerras mundiales del siglo XX también dejaron su huella en este enclave balcánico. El asesinato del príncipe Francisco Fernando de Austria a manos del nacionalista serbio Gavrilo Princip en Sarajevo (28 de junio de 1914), que dio inicio a la Primera Guerra Mundial, puso a todo el país bajo la amenaza militar del Imperio Austro Húngaro. En un intento de defender las instituciones estatales, el 25 de Julio de 1914 el gobierno serbio ordenó la evacuación de Belgrado y su reubicación en Niš, que pasó a ser la capital administrativa en tiempos de guerra. El 7 de diciembre de ese mismo año, la Asamblea Nacional ahora relocalizada en el sur del país dio a conocer la “Delaración de Niš”, llamando a la liberación y unión de los pueblos sureslavos (serbios, croatas y eslovenos), por lo que también se conoce a esta ciudad como “la cuna de Yugoslavia”.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1941-1945) Niš estuvo ocupada por las fuerzas nazis, y como testigo trágico de aquellos años quedó el campo de concentración Crveni Krst (Cruz Roja), en la zona industrial al norte de la ciudad, que actualmente funciona como museo. Se estima que 12 mil personas fueron ejecutadas en las cercanías de este campo, en gran parte miembros del Partido Comunista Yugoslavo, judíos y gitanos. Pero afortunadamente, la numerosa población romaní tiene una historia y una presencia en la ciudad que va mucho más allá de este oscuro período.

Al ritmo del jazz gitano

Entrando en el siglo XX, la cultura gitana fue ganando importancia, sobre todo a través de la música. En 1928 fue fundada en Niš  la sociedad de cantantes romaníes de Serbia. Ocho años más tarde, nacía en esta ciudad quien fuera el primero y más grande cantante popular gitano de Yugoslavia, Šaban Bajramović. Personaje icónico de la Niš contemporánea, la escultura en su honor se erige en la costanera sobre el río a unos 200 metros del puente dedicado a Constantino.

Šaban es el rey de la canción gitana. Es uno de los cantautores más talentosos de todos los tiempos, muy especial y completamente auténtico. Escribió todas sus canciones él mismo, y son más de 700. Yo puedo entender y sentir su alma y su música mejor que nadie, porque ambos provenimos de Niš”, afirma el reconocido bajista de jazz Nenad Vasilić, otra de las grandes figuras musicales surgidas de este enclave sureño que gana cada vez más importancia cultural.

En la música de esta región, las tradiciones eslavas y turcas se combinaron con la presencia gitana para dar forma a ritmos y melodías únicos. “Tenemos la suerte de tener muchos gitanos allí, de quienes respeto mucho su talento y estilo de vida. Cuando yo era chico, de hecho, vivía en el mismo barrio donde vivió Šaban, uno de los cuatro grandes barrios gitanos (mahalas) de Niš”, completa Vasilić.

El gusto por la música marca el ritmo de vida de la ciudad en la actualidad. En los cafés del centro, a ambos lados del río, suenan bandas en vivo todas las noches durante el verano, variando entre el rock, pop, folk y jazz. En agosto, el festival Nishville la convierte en el polo de atracción más importante dentro del circuito jazzístico de Europa del Este. Se lleva a cabo dentro de las murallas de la antigua fortaleza, cuenta con dos escenarios, y suma en su programación a artistas consagrados internacionales junto a  lo más destacado de la escena regional y local. Al Di Meola y Joss Stone fueron los nombres fuertes de la edición 2016, que también incluyó jazz esloveno, francés, ruso, japonés, blues de Bulgaria y hasta el Tango & Jazz Quartet de Argentina.

También durante agosto, el anfiteatro al aire libre de la fortaleza recibe al Festival de Cine de la ciudad (establecido en 1966), que ha tenido como invitados de honor en el pasado a Richard Burton y  Elizabeth Taylor. Y en septiembre, vuelve la música al interior de las murallas con Nisomnia, festival orientado a la electrónica, rock y pop local.

Recorrer hoy Niš es volver sobre los caminos donde oriente y occidente convivieron, chocaron, combatieron y se fusionaron. Punto de intersección de civilizaciones, donde la historia converge y se bifurca, es un rincón de los Balcanes que esconde muchas pistas para comprender no sólo la región, sino toda Europa.

Texto: Mariano García

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