Madrid es de esas capitales europeas que, por más que se visiten una y mil veces, no se dejan descubrir por completo. Su ritmo vertiginoso, el intrincado trazado de calles a lo largo de su extensa superficie y la enorme oferta cultural y recreativa hacen que siempre quede algo por conocer. Para la mayoría de los países latinoamericanos, Madrid es la principal puerta de entrada al Viejo Continente, y muchas veces no se la recorre con el tiempo y dedicación que merece.
No escapa a esta vorágine el Paseo del Prado, elegante avenida en la que se encuentra una de las concentraciones de museos y colecciones de arte más importantes del mundo. En un par de cuadras, ofrece tanto para ver que no alcanzaría una semana, aunque la mayoría de los turistas dedique con suerte un par de días.
Escoltado por la Estación de Atocha a un lado y la fuente y Plaza Cibeles al otro, domina el paseo el imponente Museo del Prado, una de las pinacotecas más prestigiosas del mundo. Fue inaugurado en 1819 con el objetivo de albergar las colecciones de la Casa Real Española, hasta entonces dispersas en distintos palacios, y desde entonces no paró de ampliarse tanto en su patrimonio como en el aspecto edilicio. Actualmente se lleva a cabo un ambicioso plan de ampliación diseñado por Rafael Moneo, que ya culminó la incorporación del claustro de los Jerónimos y prevé la incorporación al Prado de distintos edificios de su entorno como son el Casón y el Salón de Reinos, últimos vestigios del antiguo Palacio del Buen Retiro.
Posee las obras más emblemáticas de los dos gigantes de la pintura clásica española, Diego Velázquez y Francisco Goya y Lucientes, con cuadros como Las meninas y El Triunfo de Baco, del primero; y Los fusilamientos y La maja desnuda del segundo.
Además de la pintura española, se encuentran allí obras de genios del arte italiano, inglés, alemán y flamenco. Resulta imperdible para los amantes de estos últimos la sala 56a, dominada por la imponencia del Jardín de las Delicias de Hyeronimus Bosh (El Bosco), tríptico pintado al óleo de 206 x 386 con su alucinante visión del Génesis, el Paraíso y el Infierno. Pero a no dejarse absorber sólo por el enjambre de visitantes que rodean a esta obra maestra, pues también de ese autor se puede ver en esta sala La Adoración de los Magos, o El carro de heno, entre otras. Y como coronación de lujo de una colección de arte flamenco excepcional, nada menos que El triunfo de la Muerte, de Pieter Brueghel.
Otros cuadros emblemáticos que no pueden dejar de apreciarse en este gran museo son El caballero de la mano en el pecho de El Greco, La anunciación de Angelico Fra, El Lavatorio de Tintoretto, el Autorretrato de Alberto Durero y Artemisa de Rembrandt.
El recorrido por este paseo obliga a continuar al otro lado de la Glorieta de Atocha, por el Centro de Arte Reina Sofía, moderno edificio de 23 salas que alberga a la obra insignia de las vanguardia española del siglo XX: el Guernica de Pablo Picasso. Este monumental icono del cubismo (pintado en 1937) acapara la atención de la mayoría de los visitantes, así como las salas de exposición permanente de las dos primeras plantas dedicadas a otros grandes referentes del arte español de vanguardias como Juan Gris, Joan Miró, Antoni Tapiés y Salvador Dalí.
Pero este museo se destaca también por dar lugar a importantes expresiones del arte contemporáneo y nuevas tendencias, a las que siempre es recomendable dedicarles un tiempo visitando las plantas tercera y cuarta.
El tercer vértice de este triángulo es el menos concurrido por los turistas apresurados, pero no por eso de menor importancia. La extraordinaria colección de la familia Thyssen-Bornemisza, adquirida por el Estado español a principios de la década de 1990 y reunida en el palacio de Villahermosa, es un recorrido por el arte occidental desde el siglo XIII hasta las vanguardias del XX.
El edificio, de finales del siglo XVIII, alberga en sus tres plantas y 48 salas obras que van desde el Quattrocento hasta el arte Pop; con clásicos como Durero, Tiziano, Tintoretto, Murillo, Rubens, Van Dyck, entre otros. Pero en lo que se destaca esta colección respecto a sus vecinos del Paseo del Prado, es en un exquisito patrimonio de arte impresionista y post-impresionista con obras de Degas, Renoir, Cézanne y Matisse, junto a los expresionistas Munch y Otto Dix.
En lo referente a las vanguardias experimentales que se iniciaron en 1907, el Thyssen ofrece artistas claves de este movimiento como Ilya Chashnik, Piet Mondrian, Elizer Lissitsky y László Moholy-Nagy, entre otros.
Todo esto constituye apenas una introducción al patrimonio ubicado en esta avenida flanqueada por las famosas fuentes Cibeles y Neptuno, que se completa con el Museo de Artes Decorativas y el Real Jardín Botánico. En un entorno urbano que se impone por su magnificencia arquitectónica, el Paseo del Prado se erige como uno de los polos de atracción de mayor magnetismo dentro del circuito de grandes museos europeos.
Texto: Mariano García