Guión: Lucile Hadzihalilovic, Gaspar Noé. Director: Gaspar Noé. Intérpretes: Nathaniel Brown, Paz de la Huerta, Cyril Roy, Olly Alexander, Masato Tanno. Duración: 160 minutos. País: Francia. Año: 2010.
En su tercer largometraje (luego del éxito comercial y de crítica de “Irreversible”, que en 2002 lo posicionó como director de culto en el circuito cinéfilo internacional), Gaspar Noé redobla la apuesta hacia la provocación y el shock visual y emocional con “Enter the Void”, un viaje alucinógeno de dos hermanos huérfanos por los bajos fondos de Tokio.
El argumento que sirve como eje para las visiones trasnochadas que ofrece Noé gira en torno a Oscar (Nathaniel Brown), un joven adicto que encuentra en la venta de drogas una forma rápida y sencilla de ganar dinero para traer a su hermana Linda (Paz de la Huerta) desde Estados Unidos a Japón. Su inexperiencia en el tráfico de estupefacientes lo lleva inesperadamente a la muerte, y desde allí comienza un viaje extracorpóreo en el que la historia de vida de ambos será revisitada una y otra vez.
Desde allí el director traza un paralelismo entre las creencias orientales sobre la reencarnación y los efectos narcóticos de las drogas, ambas interpretadas como un viaje alucinado donde el sentido se pierde entre percepciones confusas (prácticamente la mitad de la película transcurre fuera de foco) y a lo largo de dos horas cuarenta el final nunca llega, pues todo cierre es nuevo comienzo. Entre las luces de neón de la Tokio nocturna, los beats en loop de la música tecno y filosofía budista interpretada al candor de las drogas, las vueltas y repeticiones organizan la acción.
A diferencia de otros films que toman como temática las drogas o el narcotráfico, “Enter the Void” no busca representar ninguna realidad más allá de la subjetividad de su realizador. Se torna incluso autorreferencial con guiños como su propia presencia en el guión y en pantalla, o los cuadros de su padre (el renombrado artista plástico Luis Felipe Noé) en perfecta composición visual con el flúo de las luces de la Tokio posmoderna y underground en la que transcurre la acción.
Cine de autor en su máxima expresión, con actores amateurs (salvo Paz de la Huerta) en todos los roles principales, y donde el propio Gaspar Noé pasa a ser el verdadero protagonista. Buscando siempre provocar sensaciones extremas, se sabe de antemano que sus películas generarán un fuerte rechazo en el público convencional, al tiempo que el circuito de críticos, seguidores, estudiantes de cine y sus pares realizadores aplaudirán su continua búsqueda de extremos.
Con sus películas Noé incomoda, molesta, juega sucio, pega en lugares que duelen; y es esa actitud transgresora lo que lo ha convertido en un director de culto dentro del circuito. Indiscutiblemente virtuoso desde lo técnico y lo visual, hace que los recursos se tornen reglas. Y así como en “Irreversible” el flashback organiza toda la acción; en “Enter the Void” la cámara subjetiva pasa a ser ubicua. Al punto en que uno puede estar más de una hora viendo la nuca del protagonista y tomarlo como algo natural.
La película busca generar en el espectador la sensación de alucinación narcótica a través del lenguaje cinematográfico. No es posible afirmar objetivamente si lo logra o no, pero bastante se parecen. Desde el impacto inicial de los títulos, que arrasan con una explosión visual y sonora que logra una excitación sostenida durante los primeros minutos de la película, para luego caer en un círculo vicioso de repeticiones y alucinaciones del cual uno no puede salirse, aunque no vea la hora de que termine. De la sensación de “es la última vez que veo una película de Noé” cuando por suerte llega el “The End”, a las ganas de repetir la experiencia uno o dos días después, como si se tratara de una maldita adicción.