El pulmón escondido de Madrid

Parque del Retiro

Madrid es una ciudad que vive a alta velocidad. Muchos lugares, atractivos e historia por recorrer casi siempre en poco tiempo (en las grandes capitales del mundo, nunca es suficiente el tiempo, ni para los visitantes y menos para quienes las habitan).

Escondido detrás del Museo del Prado, lejos del bullicio turístico de la Plaza de Toros, los innumerables museos del jamón y bares de tapas, palacios y plazas secas en el centro de la ciudad, se encuentra el pulmón verde más grande y no siempre conocido por quienes visitan Madrid: el Parque de El Retiro.

Un atardecer en este inmenso parque es la mejor opción para descansar la mente y la vista luego de pasarse una jornada completa en los grandes museos madrileños. Quien salga del Museo del Prado y quiera tomarse un recreo luego de tanta información visual, seguramente optará por el Jardín Botánico que lo secunda. Extrañamente, pocos son los turistas que se adentran apenas tres cuadras en dirección opuesta al centro de la ciudad.

Casi cayéndose del mapa que recorta el centro histórico de Madrid, el parque ofrece una escapada del frenesí de la industria turística, la locura por las fotos y los souvenirs, y permite sentir a la ciudad un poco más como la viven sus habitantes. Aquí la naturaleza, el ocio, el deporte, el arte y la arquitectura conviven en armonía.

El predio sirvió en sus orígenes  para retiro espiritual y luego recreativo de la corte de los Reyes Católicos, y fue testigo de la historia monárquica de la España de los siglos XVII y XVIII. Durante la invasión napoleónica en 1808, todo el emplazamiento fue tomado por las tropas francesas y tanto las edificaciones como los espacios ajardinados quedaron reducidos a escombros.

Sin embargo, el siglo XIX presenció el renacer del Parque de El Retiro, que cuenta en su predio con algunos de los edificios más representativos de la arquitectura de aquellos años, entre los que se destaca el Palacio de Cristal. Se trata de una joya dentro de las edificaciones ingenieriles de las épocas de la segunda revolución industrial y la era de oro de los ferrocarriles, pariente directo de la estación de Atocha pero dotado de transparencia y liviandad por estar hecho sólo de cristal, sobre una estructura de hierro.

Para la construcción de esta obra única, se utilizaron cristales curvados, con perfiles de silicona que amortiguan las dilataciones y garantizan la estanqueidad. Por la forma oval de su planta, coronada con una gran cúpula, es conocido también como la Bombonera.

Concebido para servir como invernadero por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco para la Exposición de Filipinas de 1887, su estructura sirvió como modelo en muchas ciudades de Europa. Fue pensado para mostrar la fauna de la entonces colonia española, y hoy es el edificio más luminoso y elegante del parque, albergando en su interior muestras de arte contemporáneo de gran calidad.

También del mismo autor y en la misma línea arquitectónica, se puede contemplar el palacio que lleva su nombre, construido para la Exposición de Minería y Bellas Artes en el año 1883. Aquí predomina el ladrillo bicolor, con barrocas decoraciones en azulejos de Daniel Zuloaga, relieves y esculturas. Entre ellas, se destacan las dos leonas que presiden la entrada del edificio, más clásico y solemne que su par de cristal, y que también sirve en la actualidad para exposiciones temporales.

Pero no todo es arte y arquitectura en este gran predio. El lago artificial y sus alrededores, coronados por el monumento a Alfonso XII, convoca a los aficionados a la actividad física. Al trote, con rollers o bicicleta, incluso en esquís con rueditas para reemplazar la nieve, cada uno elige su manera para practicar deporte incluso en los meses más fríos del año.

Para los que disfrutan de la naturaleza, se puede caminar por los innumerables senderos dentro de sus 118 hectáreas, entre árboles, espejos de agua y una apreciada variedad de aves, y aislarse por completo del tráfico de la ciudad. Los mismos paseos que durante la última quincena de mayo reciben a la Feria del Libro de Madrid.

Los más románticos pueden pasear en bote por el lago, escuchando las melodías que artistas callejeros repiten con cadencia y sin apuro. Suena por enésima vez la versión instrumental del bolero “Bésame mucho” a manos de saxofonista amateur, y es ahí cuando uno se da cuenta que con sus lagos, árboles, pájaros y patos, la arquitectura y el arte; el principal atractivo que ofrece el Parque de El Retiro es la paz.

Un entorno que respira aires del romanticismo del siglo XIX y transmite un modo casi anacrónico de sentir el transcurso del tiempo que desafía al vértigo de la Madrid moderna.

Texto: Mariano García

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