Consagrado como uno de los mayores impulsores del afro-pop, Salif Keita volvió a presentarse en Buenos Aires el martes 6 de octubre en Niceto Club. Conocido como “la voz de oro africana”, hipnotizó a la audiencia con su inmenso talento vocal y carisma escénico.
Si bien el show estaba promocionado como acústico, Keita sorprendió con una poderosa formación que incluyó sintetizadores y guitarra eléctrica (el lugar del tradicional n’goni). Pero el eje musical estuvo en Mamadou Diabaté, joven intérprete de kora y principal soporte del grupo. La kora es un instrumento de cuerdas híbrido (una especie de arpa que permite tanto interpretar líneas de bajo como melodías en simultáneo), posiblemente el más complejo de África, y corazón musical de la cultura mandinga, de la cual Salif Keita es uno de los más grandes exponentes.
Codo a codo durante todo el show, en el centro del escenario, Keita y Diabaté fueron marcando el tono por el cual transcurrieron dos horas de concierto. Desde un inicio más espiritual e íntimo, donde Salif llevó su canto hacia lo devocional, hasta una segunda mitad más enérgica y bailable, que terminó con el público bailando en el escenario junto a los músicos. Como cierre de la noche, Keita invitó al escenario al senegalés Abdoulaye Badiane, percusionista radicado en Argentina y principal referente de la cultura africana en Buenos Aires, y tras él buena parte del público subió a bailar junto a los músicos.
En medio de un final donde se borró la barrera entre artistas y audiencia, Keita fue retirándose en silencio del escenario. Tan misterioso como su ingreso, no hubo ni tiempo para las despedidas. Este bardo moderno, relator de épicas historias orales, nos transportó con voz y sus tradiciones al corazón de Bamako. Cosa ´e mandiga, como dirían los gauchos.
Texto: Mariano García